Unidad, unidad y más unidad. Los últimos diez días estas han sido las palabras más repetidas por nuestros políticos. ¿Pero realmente ha habido unidad? Es evidente que no. La primera noche tras el atentado de Barcelona, Rajoy y Puigdemont se reunieron con sus equipos por separado. Pero unidad, eh. Hace un par de días los cuerpos de seguridad del estado denunciaron que los mossos les han marginado de la investigación. Pero más unidad. Puigdemont y la CUP han estado orquestando una manifestación de rechazo a España, o al menos que lo pareciese, en vez de una en contra del terrorismo. Unidad, ¿en serio?
Tanto el PP como el PSOE aprendieron del once de marzo de 2004 que no se pueden aprovechar de un atentado para hacer política y algunos teníamos la esperanza de que esta vez el debate no lo iban a centrar las cuestiones más políticas, sino que se iba a hablar más de los fallos que hemos cometido. A un mes del uno de octubre, la tentación de convertir una manifestación masiva en contra del terrorismo en otra en contra de España, de Felipe VI y de todo aquel que no piense como ellos era demasiado grande para Puigdemont y los suyos. Basta concentrar a un montón de independentistas que griten consignas, porten pancartas y agiten banderas para conseguir la internacionalización del procés.
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