Ayer conocimos el sensacional hallazgo, por parte de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, de un altar votivo del siglo I d. C. en el monasterio medieval de Santesteban en el monte Arriaundi, en Larumbe (Navarra), en el área noroccidental del territorio de lo vascones antiguos de las fuentes clásicas. La pieza ha llamado la atención porque contiene una inscripción en latín en la que una mujer llamada Valeria Vitella hace una dedicación a la divinidad autóctona –vascona– de nombre Larrahe, lo que nos muestra, de nuevo, la convivencia entre las gentes de origen vascón latinizadas y la pervivencia del culto prerromano. De acuerdo con un reciente trabajo de Luis Mari Zaldua, hasta la fecha se han publicado 17 inscripciones con nueve teónimos vinculados directamente al pueblo prerromano de los vascones antiguos.
Tal y como explica Diario de Navarra, la de Larrahe es una divinidad que ha sido documentada en las aras romanas de Muruzabal de Andión (Mendigorría), Irujo y Riezu, las tres también en territorio vascón. El elemento diferencial es que la de Larumbe es la más septentrional de todas, lo que sin duda ayuda a delimitar el espacio de influencia no sólo de los vascones antiguos más allá de la Navarra media-oriental, donde solemos decir que se sitúa el corazón de esta ‘etnia’ prerromana, sino también de su lengua “propia” y de sus cultos. Sobre el asunto de la religión de los vascones –ya lejos de la mítica teoría del monoteísmo primitivo– publicaron hace unos años Joaquín Gorrochategui y José Luis Ramírez Sádaba un interesante artículo en Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra que ahora debemos rescatar. El altar en piedra de Larumbe no solo es la más septentrional de todas las dedicaciones a Larrahe, sino que es la única atestiguada hasta ahora al norte de Pompelo, como también ha subrayado el Diario de Noticias.
Todo ello es muestra no solo del respeto de los romanos a las tradiciones locales –religiosas en este caso– sino también de la profunda romanización del territorio de los vascones antiguos, también de aquél al norte de Pamplona. De hecho, sólo teniendo en cuenta la romanización podemos explicar la generalización del hábito epigráfico entre los indígenas, y es que no hay nada más propio de la romanitas que el recuerdo a través de la inscripción en piedra. Precisamente el cognomen romano de la dedicante, Vitella, que, en su variante masculina, Vitulus, significa ternero, es una nueva muestra del gusto de los antiguos vascones por la onomástica vinculada a la fauna, de la que el repertorio epigráfico de Santa Criz de Eslava que ha estudiado Javier Andreu es una buena prueba.
A raíz de este importante hallazgo me viene a la cabeza el olvidado –y desaparecido– bronce de Larumbe del que nos dio noticia Iturralde y Suit en el número de abril de 1895 del Boletín de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra. Este pequeño ídolo en bronce fue asociado por Iturralde a la cultura ibérica y también a los vascones antiguos afirmando que no era una prueba de las prácticas religiosas de éstos, sino de la decadencia de este culto al entrar en contacto con otras culturas invasoras. Sin duda, era otra época, en la que, como decíamos, la teoría del monoteísmo primitivo de los vascones antiguos, ese Jaungoikoa, presentaba sus últimos coletazos. Porque precisamente este nuevo descubrimiento, el ara de Larumbe, nos muestra que el politeísmo de los vascones antiguos convergió muy bien con el culto –también politeísta– de los romanos.
Por último, y ya fuera del ámbito histórico, arqueológico e historiográfico, no puedo obviar una reflexión sobre la presentación del ara de Larumbe, de nuevo, con gran presencia política, tal y como también ocurrió en el caso de la Mano de Irulegui, aunque en esta ocasión ha tenido una orientación diferente. Desconozco cómo se ha organizado el acto –y he de reconocer, una vez más, el extraordinario impacto que consigue Aranzadi con sus excavaciones y descubrimientos arqueológicos– pero me llama la atención la ausencia de representantes del Departamento de Cultura del Gobierno de Navarra, que sí han acaparado mediáticamente el descubrimiento de Irulegui o el retorno del togado de Pompelo. En esta ocasión, hemos visto en el acto de presentación a Unai Hualde, presidente del Parlamento de Navarra, del PNV, a Ana Ollo, vicepresidenta del Gobierno de Navarra, de Geroa Socialverdes, o a Joseba Asiron, alcalde de Pamplona, de EH Bildu. Tres representantes del mundo político nacionalista que no tienen competencias en lo que respecta al ara de Larumbe. Además, el Gobierno de Navarra no ha emitido ninguna nota de prensa al respecto, algo que lamento teniendo en cuenta que la historia, como muy bien se está señalando, forma parte de la esencia de la “Marca Navarra” que se está promocionando desde el Ejecutivo foral.
No sé si esto se debe al “enfrentamiento” entre Aranzadi y el Departamento de Cultura a raíz del debate en torno a la propiedad intelectual de la Mano de Irulegui, pero el acto de ayer no me resulta tranquilizador en lo que respecta a los usos políticos del patrimonio arqueológico de Navarra. De hecho, ayer también se presentó en Larumbe un mural dedicado a Larrahe que identifica a la deidad con el ternero, cuando éste en realidad está relacionado con el nombre latino de la dedicante. Larrahe no es una diosa vasca, como asegura Navarra.com o este artículo en Diario de Noticias lleno de fantasía y mitos. Y para explicarlo, el camino no es desaparecer de este tipo de actos públicos al norte, como el ara de Larumbe, de la capital navarra. Me pregunto si la presentación de ayer en la iglesia de San Vicente de Larumbe era un acto cultural o uno político. Si tengo que apostar, creo que más bien era lo segundo.
Karol Lerma dice
Muy interesante!