Leía con interés la entrevista del pasado martes en el Diario de Navarra al historiador Jokin Lanz Betelu, que acaba de editar un libro titulado Los vascones y sus vecinos. A la espera de terminar de leerlo en el marco de las investigaciones de mi Trabajo de Fin de Grado sobre los vascones antiguos, me ha sorprendido una de las declaraciones de Jokin Lanz en la entrevista: “Vi que parte de los investigadores estaban en bucle, en debates sin salida a falta de nuevas fuentes. Había que dejar de lado esos debates para avanzar”.
Aunque es cierto que la escasez y las frecuentes contradicciones de las fuentes clásicas complican el trabajo de los historiadores de la Antigüedad, no comparto que los investigadores se encuentren en bucle ni que haya que dejar de lado esos debates. Es más, ha sido precisamente la reinterpretación de las fuentes y la lectura crítica de las mismas en los últimos años lo que ha permitido actualizar la visión historiográfica sobre temas tan controvertidos como la fundación de Pamplona, la expansión vascona o el papel de este pueblo en el conflicto sertoriano.
La visión sobre los vascones ha cambiado de forma radical. Hemos pasado de leer, en palabras de José Miguel de Barandiarán en los años setenta, que “la formación de la raza vasca había concluido ya para el Eneolítico”, lo que supone una confusión entre los vascones antiguos y los vascos actuales que, geográficamente, nada tienen que ver, a una visión completamente renovada. En este sentido, cabe destacar la obra colectiva Los vascones de las fuentes antiguas (2009), editada por el profesor Javier Andreu, de la Universidad de Navarra, que también incluye aportaciones de historiadores como María Jesús Peréx o Fernando Wulff.
Andreu, Peréx y Wulff, junto a muchos otros, lejos de estar en bucle, han dado salida a muchos de los debates relativos a los vascones antiguos. Frente a la tradicional visión esencialista de los vascones, ya pocos dudan de la colaboración de estos con Roma o de que el pueblo vasco actual no se corresponde con los vascones antiguos. Afortunadamente, hoy tiende a primar un punto de vista en la historiografía que defiende que las identidades colectivas son fruto de complejos procesos históricos y de su interacción con otros. No es un bucle, sino un punto y seguido.
Esta es una carta al director publicada en el Diario de Navarra.
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