La Historia a menudo se utiliza para dividir, para encontrar diferencias entre los ciudadanos de diferentes países, regiones, ciudades e incluso pueblos. Son muchos los ejemplos de los nacionalismos excluyentes que entienden que la Historia es la mejor herramienta para dividir a las sociedades. En nuestro país cuesta, de hecho, salir de ese marco que tanto hemos sufrido basado en la idea de que Spain is different.
Parece que a la hora de enseñar la Historia en el aula es mucho más práctico mostrar a los alumnos las diferencias entre las sociedades en vez de los puntos en común. Esta idea de la alteridad ha condicionado durante décadas la comprensión que hacemos de la Historia y de la Cultura, que por desgracia muchas veces se han convertido en elementos divisivos. Los historiadores de la Antigüedad nos obsesionamos por encontrar una cultura material que diferencie a las “etnias” prerromanas antes del impulso uniformizador de Roma. Los medievalistas presentan clasificaciones y más clasificaciones artísticas que expliquen las diferencias entre cada una de las regiones. Los modernistas y los que estudian la época contemporánea analizan el surgimiento del estado y después de la nación que terminan por dividir nuestras sociedades hasta las dos grandes guerras del siglo XX.
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