El ideal de la paz europea siempre está presente cuando nos acercamos a cualquier época histórica. El emperador Augusto logró a finales del siglo I a. C. la conocida como Pax Romana, un periodo caracterizado por el desarrollo económico y la calma dentro de las fronteras del Imperio Romano, es decir, dentro de gran parte de Europa. Y el monarca español Felipe III “el Piadoso” estableció durante su reinado a principios del siglo XVII una política exterior pacifista, la conocida como Pax Hispanica. También podemos hablar de la Pax Britannica o de la Pax Americana en otros periodos históricos posteriores.
La idea de una Europa unida ha estado ligada de forma inseparable desde la Segunda Guerra Mundial, e incluso antes, a la paz. Si en época de Augusto, de Carlomagno o de la Reina Victoria la paz hacía referencia a la hegemonía de un imperio, el proyecto europeo contemporáneo está ligado desde sus inicios a la paz y a la democracia. Celebrar el Día de Europa es algo tan simple y tan complejo al mismo tiempo como celebrar la paz.
En Equipo Europa hemos visto en las últimas semanas cómo hablar en centros educativos sobre la Unión Europea es un reto más difícil. Cuando vamos a institutos y colegios de Navarra a hablar sobre la Unión Europea siempre insistimos en el éxito que supone haber conseguido una paz duradera basada no en la hegemonía, sino en la democracia. Hasta hace unos meses, los estudiantes me miraban escépticos: la paz era para ellos el estado natural de las cosas. Ahora me miran incrédulos: hay guerra en Europa.
Robert Schuman, uno de los padres fundadores de Europa, explicó en su Declaración del 9 de mayo de 1950 que «la paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan”. La cita del ministro de Exteriores francés ha ganado actualidad en las últimas semanas como consecuencia de la guerra en Ucrania y de la respuesta europea. Los esfuerzos para conseguir la paz en Europa deben ser tan fuertes como aquellos promovidos por Rusia para destruir Ucrania.
Hemos olvidado la dificultad que supone preservar la paz en Europa y nos hemos negado a escuchar a aquellos que nos decían, como el Alto Representante Josep Borrell, que Europa estaba en peligro. Hemos pecado de llamar belicistas a aquellos que nos mostraban la realidad que hoy se recrudece cada día en el este de Ucrania. Hemos acusado a la OTAN de estar en “muerte cerebral”, en palabras del presidente Macron, para volver a confiar en ella como garante de nuestra paz y seguridad.
¿Está la Unión Europea en guerra? ¿Se ha truncado el sueño de los padres fundadores de Europa? Si para Schuman o Monnet el reto era preservar la paz francoalemana, para nuestra generación el reto vuelve a ser el flanco este de Europa. Pero si nos atenemos a la concepción tradicional de guerra, según la cual mueren soldados en el campo de batalla, ni la OTAN ni la Unión Europea están en guerra. Las víctimas las están poniendo los ucranianos en nombre de su soberanía y de los valores democráticos europeos.
El carbón y el acero unieron a los europeos en los años cincuenta del siglo XX para crear un mercado común, suprimir aranceles y promover el libre comercio en Bélgica, Luxemburgo, Países Bajos, Italia, Francia y la República Federal Alemana. La Comunidad Europea del Carbón y del Acero fue la semilla de la Comunidad Económica Europea y de la Unión Europea que hoy conocemos. En el contexto de la invasión rusa de Ucrania vuelve a ser el carbón, unido en este momento al petróleo y al gas, aquello que, en vez de unir a los europeos, nos separa.
La identidad del europeísmo es el impulso y la integración de la diversidad nacional bajo el paraguas de la Unión Europea. La identidad europea no está reñida con otros sentimientos de carácter local, regional o nacional. El europeísmo suma identidades, nunca resta, en favor de dos ideales que dábamos por hecho como la paz y la democracia. En este Día de Europa es especialmente conveniente recordarlo.
Este artículo fue publicado originalmente en la edición digital y en la edición impresa de Diario de Navarra.
[…] Asia en el círculo de las clientelas” (p. 231). Tal y como ya hemos señalado alguna vez en este blog, el ideal de la pax romana tiene que ver sobre todo con el de la hegemonía imperial y, por tanto, […]