Primer acto
Han pasado tres años desde que conocí a Borrell. No personalmente, por desgracia, pero fue entonces cuando empecé a fijarme en sus discursos y a escuchar sus entrevistas. En el otoño de 2016 el que fuera presidente del Parlamento Europeo volvió a los medios para defender a Sánchez en el Comité Federal que terminó con la dimisión del secretario general del PSOE.
Recuerdo una entrevista en Hoy por Hoy de La Ser en la que Borrell dijo lo siguiente: “Que yo sepa, el grupo Prisa no puede cesar todavía al secretario general del PSOE”. Y, sí, lo dijo en la principal emisora de esta importante empresa de comunicación. Nunca se ha mordido la lengua.
Josep Borrell no defendió a Sánchez porque fuese un convencido del “no es no” a Rajoy. Tampoco porque fuese íntimo amigo del ahora presidente del Gobierno. Prácticamente no se conocían. Lo hizo porque creía que los estatutos del PSOE invalidaban las maniobras de los entonces partidarios de Susana Díaz. Lo hizo porque el PSOE necesitaba urgentemente cabezas como la suya al frente del debate ideológico.
Este año he leído en Manual de Resistencia que unos días después de la caída de Sánchez, este y Borrell quedaron en un pantano para pasear y conocerse mejor. Allí empezó a forjarse una relación, no sé si amistad, en la que, estoy seguro, es Sánchez el que admira a Borrell. El que fuera candidato (durante unos meses) a la presidencia del Gobierno en 1999 mantuvo un perfil bajo en las primarias que le devolvieron a Sánchez el liderazgo del PSOE, pero Cristina Narbona, esposa del catalán, y los dirigentes que toda la vida han rodeado al tándem Narbona-Borrell apoyaron activamente a Sánchez. Ella se convirtió después en presidenta de los socialistas.
A Borrell y a Sánchez les unía que ambos fueron defenestrados por el aparato histórico del PSOE. Han sido los únicos líderes elegidos directamente por la militancia, uno para unas elecciones y otro para liderar el partido. En aquellas primarias de 2017, Pepe, como le llaman sus compañeros, contribuyó a crear un nuevo manifiesto socialdemócrata basado en la lucha contra la desigualdad, el ecologismo y el europeísmo. Y estos son los tres principales vectores que, en principio, guían la acción de gobierno del socialismo en España. Todo ello lo resumió en el libro Los idus de octubre.
Segundo acto
Un año después, Borrell volvió a la palestra. Se convirtió en el principal orador en las dos manifestaciones constitucionalistas posteriores al referéndum ilegal en Cataluña del 1 de octubre de 2017. Todavía hoy escucho de vez en cuando sus discursos en aquellos días, en los que trataba de exponer ante una masa de gente enfurecida argumentos de peso frente al independentismo.
En realidad, él fue uno de los primeros en enfrentarse a las mentiras de los líderes del procés con su libro Los cuentos y las cuentas de la independencia. Y en el debate ideológico, volvió a aportar una frase que después ha repetido muchas veces: “Las fronteras son las cicatrices que la Historia ha dejado sobre la piel de la tierra, grabadas a sangre y fuego. No levantemos más porque bastante dolor hemos tenido que sufrir para conseguirlo”. Es difícil resumir mejor el ideal europeo.
Como la batalla de los símbolos también es importante, en la primera manifestación habló con una bandera estelada bajo el brazo. No una independentista catalana, sino una bandera europea. Se atrevió a exigir a los manifestantes que “no gritasen como una turba en el circo romano” y que no insultasen a Puigdemont. Le importaban, le importan, los argumentos. A él no le guía un odio visceral, sino el peso de la razón.
Borrell se mostró aquellos días como un orgulloso catalán, español y europeo. Me resulta tremendamente cercana esa triple identidad, pues yo me siento muy orgulloso de ser navarro, español y europeo. Y, como él, no estoy dispuesto a que nadie me obligue a elegir entre ninguna de esas identidades. Tampoco a que me impongan otras o a renunciar a alguna de ellas.
Muchas veces nos sentimos mucho más cercanos a nuestras identidades locales. Es normal ya que es lo que tenemos más a mano. Pero, ¿qué representa el ideal europeo? Yo lo tengo claro: democracia, paz y estado de bienestar. Lo explico:
1) La paz nos obliga a recordar que hace ochenta años estábamos matándonos los unos a los otros.
2) La democracia nos distingue de la mayoría de los habitantes del planeta.
3) Y el estado de bienestar nos diferencia de otras grandes democracias del mundo, como Estados Unidos.
Y todo ello se sustenta sobre el derecho, sobre la ley. Y nadie mejor que Frans Timmermans, actual comisario holandés de Estado de Derecho que ha defendido como nadie la Constitución y la democracia española cuando esto no era muy popular en Bruselas: “El sistema que hemos construido desde la Segunda Guerra Mundial se basa en un trípode: democracia, ley y derechos fundamentales. No puedes usar uno contra el otro. No puedes usar el argumento de que tienes la mayoría para romper la ley”. Más claro, el agua.
Según Borrell, en la civilización europea es donde mejor se ponen en práctica la libertad política, el progreso económico y la solidaridad social. Pese a todos los problemas de desigualdad y de diferencias regionales, la Unión Europea sigue siendo la gran esperanza de un mundo mejor.
Tercer acto
Después de la moción de censura, una de las primeras cosas que se supo es que Borrell sería ministro de Exteriores de España. La lectura que hicieron todos los medios fue que Sánchez buscaba mandar un mensaje de firmeza a los independentistas. La mía fue distinta.
Sánchez es, sin duda, el presidente de nuestra democracia con mayor vocación internacional. Hizo un máster en Bruselas, trabajó en el Parlamento Europeo, en Nueva York y se “graduó” en Sarajevo, junto al exministro Carlos Westendorp, en los años posteriores a la cruenta Guerra de Bosnia. En aquellos años trabó amistad con Enrique Barón, al que creo que le encargará ahora el ministerio de Exteriores, y se presentó a Josep Borrell en un coloquio.
Por tanto, la vocación europeísta e internacionalista siempre ha formado parte del ideario de Sánchez. Con este contexto, nadie mejor que Borrell para volver a poner a España en el mapa del mundo después de un bajo perfil tanto de Zapatero como de Rajoy. Y lo cierto es que con Sánchez, Borrell y José Manuel Albares, el sherpa del presidente del Gobierno, España ha vuelto a estar en los principales debates de la mano de grandes temas como el ecologismo o las migraciones.
El segundo eje fundamental de la acción de Borrell en el ministerio ha sido la puesta en marcha de España Global, bajo el liderazgo de Irene Lozano. Este organismo del gobierno se está encargando de mejorar la imagen de España en el exterior y de combatir las mentiras del independentismo catalán sobre la democracia española. Rajoy no hizo nada ante la propaganda separatista en el exterior y eso ha supuesto un empeoramiento de la imagen de España que Borrell ha empezado a recuperar.
Antes de cumplir un año en el cargo, Josep Borrell se convirtió en el candidato del PSOE a las europeas, donde obtuvo mayor porcentaje de voto que el propio Sánchez en las generales. El Consejo Europeo le nominó como próximo Alto Representante de la Política Exterior y Seguridad Común, puesto en el que ha sido confirmado hoy por el Parlamento Europeo.
Con 72 años Borrell afronta el mayor reto de su vida. La presidenta Ursula Von der Leyen le ha pedido que trabaje por una Europa más fuerte en el mundo. Pero él tiene una personalidad propia y se ha marcado otros retos adicionales.
No pretendo hacer una crónica de su audiencia en la Comisión de Exteriores, pero sí me gustaría resaltar un objetivo. Borrell ha identificado en el Sahel uno de los mayores retos para la Unión Europea, debido a la alta natalidad de los países de esta zona. En el hearing reivindicó la necesidad de un empoderamiento de las mujeres africanas para reducir esta natalidad. Su apuesta es el desarrollo económico del Sahel.
Los detractores de Borrell le suelen pedir un poco más de humildad. Pues bien, ayer en la audiencia fue capaz de decir en dos ocasiones que no tenía opinión sobre lo que le estaban preguntando. Su autoridad sobre la materia es tan grande y goza de tal respeto intelectual por sus colegas que puede decir que no sabe de un tema y no pasa nada.
Solo la extrema derecha de Le Pen y Salvini ha votado en contra de su candidatura. Según los corresponsales, ha sido de los candidatos más aplaudidos por eurodiputados de todas las corrientes y de todas las nacionalidades después de ir pasando en su discurso del español al inglés y al francés y de hablar en su conclusión en italiano. Entiende Europa porque es consciente de su diversidad.
Desde hace tiempo me pregunto si sería posible que todos nuestros políticos hiciesen “la mili” en Bruselas. No hay mejor escuela, ya que en el Parlamento Europeo se enseña la virtud del pacto entre diferentes. Se abandonan las terribles dinámicas nacionales que impiden hablar de ideas y se cambia la vida de los ciudadanos europeos. Cuando Borrell acabó su audiencia, me quedé unos minutos para ver como los eurodiputados, también algunos nacionales como Dolors Montserrat, se acercaban a felicitarle. Todos le miraban orgullosos, especialmente los socialistas españoles. Se podría resumir en una palabra: admiración.
Y, entre todos ellos, Cristina Narbona le acompañaba con la sonrisa que solo el orgullo por el trabajo bien hecho da. A partir de ahora, ella vivirá en Madrid y él en Bruselas. Sin embargo, durante los últimos veinte años han estado acostumbrados a esta vida. Cuando podrían tener una jubilación rodeada de lujos, Borrell se pone a los mandos de la política exterior europea para cumplir con su eterna vocación de servicio público.
Josep Borrell dejó el Parlamento Europeo en 2009 y desde entonces la Unión Europea ha atravesado su mayor crisis. Diez años después, está preparado para devolverla a la gloria.
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