Dos años después, todo sigue igual. No importa que un partido no nacionalista haya ganado las elecciones en Cataluña. No importa que las fuerzas no independentistas hayan incrementado su diferencia respecto a las que sí lo son. Todo sigue igual. Y sigue igual porque los separatistas mantienen la mayoría absoluta.
Ante esta situación, cabe sacar alguna conclusión. La primera es que los independentistas no van a dejar de movilizarse. Es cierto que han perdido dos escaños respecto a 2015, pero está claro que en Cataluña existen en torno a dos millones de independentistas que, a corto plazo, no parece que se vayan a mover de ahí. La cifra de personas que piensan todo lo contrario es algo mayor, pero la ley electoral da a los primeros la mayoría absoluta en el Parlamento. Por tanto, más allá de las elecciones, que ya se ha visto que por sí solas no resuelven nada, hay que buscar una solución que garantice la convivencia dentro de la Constitución.
La segunda conclusión es que hay que reformar urgentemente la ley electoral. Si en Barcelona se elige un diputado por cada 50.000 electores, en Tarragona y Girona es uno por cada 31.000 y en Lleida uno por cada 21.000. Por tanto, es mucho más barato obtener escaños en las tres provincias pequeñas, aquellas donde el independentismo tiene más fuerza. Esto beneficia a ERC y, especialmente, a Junts per Catalunya. Cataluña no tiene una ley electoral autonómica, sino que rige la misma del conjunto de España, por lo que lo primero que habría que hacer es cambiar la española. Otra cosa es que haya consenso…En tercer lugar, ha quedado claro que el independentismo solo favorece a la derecha. Tradicionalmente, Cataluña ha sido un granero de votos progresistas, pero, en estas elecciones, centradas en el eje nacional, las grandes vencedoras han sido la lista de Puigdemont y Ciudadanos, dos fuerzas de derechas. Mientras tanto, ERC, que aspiraba a la victoria, ha sido la gran decepción. El PSC, que al principio de la campaña estaba en condiciones de disputar a Ciudadanos el liderazgo de los constitucionalistas, se ha quedado a once puntos de ello. Por último, la fuerza pilotada por Ada Colau ha quedado, por ejemplo, quinta en Barcelona, donde ella misma gobierna. Como bien repite Pedro Sánchez, “no hay ninguna bandera de izquierdas en la causa secesionista”.
A pesar de que Iceta y Domènech han tratado de centrar la discusión en temas sociales a lo largo de la campaña, como se vio muy bien en los debates electorales, donde el candidato de Podemos destacó por encima de los demás, los votantes estaban más centrados en derrotar al bloque contrario. La polémica de los indultos de Iceta y las incoherencias internas de la candidatura de En Común Podem, donde había independentistas, tampoco les han ayudado.
En último lugar, el partido del Gobierno de España ha sido expulsado de tres de las cuatro provincias catalanas. El PP ha obtenido un pírrico resultado de tres escaños que le va a obligar a compartir grupo parlamentario con la CUP, su mayor antagonista. Rajoy debería preocuparse por su resultado en un territorio que representa el 20% del PIB más allá de la excusa de que Ciudadanos es el voto útil. Él se ha implicado, incluso más que Rivera, en la campaña catalana, él ha elegido a su candidato y debe ser él el que de las explicaciones pertinentes. Sabemos que no lo va a hacer y que, no solo en Cataluña, sino también en España, la primacía del PP en el centro-derecha está en peligro.
Ahora que las elecciones ya han tenido lugar, podríamos pensar que todo ha acabado, pero los movimientos políticos solo acaban de empezar. Falta saber qué estrategia va a seguir Puigdemont y sí podrán votar en la investidura aquellos parlamentarios elegidos que están en la cárcel o aquellos que están en el extranjero. Las elecciones anticipadas tampoco hay que descartarlas visto que ERC y el PDECat se alejan de la vía unilateral y la CUP, no.
Todos los pasos que ha ido tomando Rajoy a lo largo de los últimos años respecto a Cataluña no han mejorado la situación, sino que la han ido empeorando poco a poco hasta la situación en la que estamos, que electoralmente es muy parecida. Es el momento de las soluciones y, quizás, en la mejor no está él.
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