Rafa Nadal y Roger Federer son dos grandes campeones dentro de la pista y fuera de ella. No estoy descubriendo nada nuevo. Sin embargo, en el tenis no hay empates y solo hay un trofeo, que esta vez ha sido para el suizo. Ambos han demostrado que no están muertos (y que están muy vivos), dispuestos a recuperar el terreno que en los últimos años les han comido Djokovic, Murray y Wawrinka.
En los últimos días se había especulado con la posibilidad de reeditar una final entre Federer y Nadal, una final vintage, y así ha sido. 2016 había sido el primer año en muchos en el que no veíamos un partido entre los dos mejores tenistas de la historia y en la primera gran final de 2017 les hemos vuelto a ver las caras. Juntos, de nuevo. Luchando por seguir haciendo historia y callar la boca de aquellos que les daban por muertos. Cerrar el pico a los envidiosos que año tras año han dudado de que Roger y Rafa fuesen capaces de volver a hacer historia.
Tras muchos partidos, muchos momentos de tensión, tanto en la pista como en las reuniones del consejo de la ATP, Nadal y Federer nos han vuelto a demostrar que nada de todo esto puede acabar con el respeto que ambos se tienen. Tanto es así que Federer ha llegado a asegurar en la ceremonia final que le gustaría compartir su título con Rafa y, por su parte, Nadal, que Federer se merecía el título más que él.
Nada puede acabar con el respeto que los aficionados de uno y los seguidores del otro nos tenemos. Ambas partes sabíamos que solo uno de los dos podía conseguir el trofeo, que el resultado iba a ser muy doloroso y que ambos se lo merecían. Esta vez, nos ha tocado pagar el pato a los seguidores de Rafa, si bien los de Roger tampoco han tenido un partido apto para cardiacos. Nadie mejor para ganar a Rafa que Roger. Y nadie mejor para ganar a Roger que Rafa.
El tenis es un deporte de detalles y lo es más en partidos como este, en los que la diferencia se reduce a uno o dos puntos. En este partido el detalle que ha dado a Roger su 18º Grand Slam ha sido la fortaleza mental, esa que tantas veces había jugado a favor de Rafa, y que en el último set ha llevado al de Basilea a la victoria.
El mundo del tenis sabe que estos dos bichos están de vuelta. Quizás nunca se habían ido. Nos hemos vuelto a dar cuenta de todo lo que son capaces. Ya sabemos que Roger es capaz de estar seis meses de baja y volver para ganar un Grand Slam y a sus 35 años, superar en partidos a cinco sets a jugadores de la talla de Nishikori, Wawrinka y Nadal. Ya sabemos que el “efecto Moyá” ha comenzado a dar sus frutos en Rafa y que el español está preparado para volver a disputar más partidos como este. Con victoria, seguro.
Lo que está claro es que volverán a fallar. Estrellarán la pelota en la red y fallarán. Fallarán mil veces más. Casi todo el mundo dejará de confiar en ellos. Y seguirán fallando. Y entonces, cuando ya nadie apueste por ellos más que algún loco, resurgirán de sus cenizas como el ave fénix. Y así, hasta el día de su retirada. Si por algo son leyendas del tenis es por su infinita ambición. Son únicos. Irrepetibles. Disfrutémoslos más y critiquémosles menos. Al fin y al cabo, ya no os lo han dado todo, ¿o no?
Roland Garros y Wimbledon os esperan.
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