Hace un mes, e incluso hace una semana, parecía evidente que la obligación de Ciudadanos y del PSOE era, respectivamente, abstenerse y votar afirmativamente en una investidura de Mariano Rajoy pero todo me parece cada vez más complicado. Lo es aún más tras el procesamiento del PP por la presuntamente deliberada destrucción de los ordenadores de Bárcenas con el único fin de destruir pruebas y eso que habrá que ver si el único que sale escaldado de todo esto es el informático del PP.
Hay que ir por partes. En primer lugar, Albert Rivera se ha comprometido a que los 32 diputados de Ciudadanos se abstengan y no es moco de pavo teniendo en cuenta cómo está la situación. Y lo que es más, ya ha incumplido una de sus promesas electorales. Por tanto, ¿con qué legitimidad hablaría Rivera a sus electores si decide votar sí a Rajoy? y ¿qué cara se les quedaría a todos los ciudadanos que han confiado en Rivera como garante de la regeneración democrática? Cara de tontos.
Sin embargo, si el PP ofrece a Rivera la dimisión o el cese de Fernández Díaz, un pacto por la educación y unas cuantas medidas de regeneración democrática, le pondría mucho más fáciles las cosas a Ciudadanos. Pero el Partido Popular no parece por la labor. Equivocado está el PP si piensa que le van a llover los votos del cielo y seremos muchos los españoles que les culparemos de una hipotética nueva repetición de elecciones si Rajoy no se pone a trabajar de una vez. A trabajar de verdad. Está muy bien eso de que se sacó las oposiciones muy joven y que tiene una dilatada trayectoria pero le falta cierta cultura de pacto. Para pactar hay que trabajar y Rajoy no está haciendo ahora mismo ninguna de las dos. Ni siquiera han llegado a un acuerdo con Coalición Canaria, y mira que dudo de que sea algo imposible de conseguir.
En segundo lugar, el PSOE ha afirmado con rotundidad que votará no a una investidura de Rajoy. Eso sí, “a día de hoy”. Resulta evidente que el PSOE nunca se replanteará su postura a no ser que Ciudadanos vote finalmente sí, algo que resulta bastante complicado. Por tanto, todo lo demás da igual si Ciudadanos sigue enrocado en la abstención. Además, tampoco le falta razón a Sánchez cuando afirma lo siguiente: “Somos la primera fuerza del cambio y no vamos a apoyar aquello que queremos cambiar”. También es curioso el hecho de que a pesar de que muchos auguraban la desaparición del PSOE y que dejaría de tener relevancia en el panorama político nacional todos le miran, de nuevo, a él.
Pese a que la política da muchas vueltas y aún es pronto para saber lo que puede pasar finalmente, creo que Mariano Rajoy debería empezar a replantearse su presente político y renunciar a ser el candidato del PP, a pesar de que haya sido el único que ha subido en votos. Los que ven esto imposible deberían recordar como finalmente dimitió Artur Mas para evitar unas nuevas elecciones ante la presión de la CUP. Eso sí, si Rajoy se va se irá definitivamente. No como Mas.
Otra posibilidad que en ningún momento se ha dejado de manejar es que Pedro Sánchez intente articular una mayoría de cambio y formar un gobierno alternativo con todos estos partidos: Podemos, Izquierda Unida, Equo, Compromís, Ahora en común, En Mareas, Bildu, Esquerra Republicana, Partit Democrata Catalán y Partido Nacionalista Vasco, entre otros. Sin embargo, Sánchez volvería a fracasar ya que Podemos y compañía volverían a priorizar el derecho a decidir frente al derecho a una vivienda, a un salario digno y esas cosas que dicen defender. Por tanto, el PSOE no puede volver a caer en la trampa de Iglesias y debe ejercer como oposición responsable. Eso, si se forma gobierno.
El PP tiene ahora una gran disyuntiva: poner reformas encima de la mesa y quitarle de la mesa a Rajoy o llevar al país a unas terceras elecciones sabiendo que serían, probablemente, los únicos beneficiados. El PP puede esperar que los otros partidos acaben permitiendo una investidura de un político popular (que no sea Rajoy) pero no pueden esperar que Ciudadanos y PSOE firmen su defunción y acaben con sus valores y dignidad. Y lo que es más importante, con la dignidad de su votantes.
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