Más allá de sorprenderme o impresionarme la habilidad de Pablo Iglesias para acercarse de una manera tan directa a la gente, la de Albert Rivera para pasar de mostrar muchos nervios al comienzo del debate a presumir de una oratoria envidiable, la capacidad de Pedro Sánchez para pasar de reírse continuamente de las “mentiras” de sus rivales a afianzarse como el candidato más serio y presidenciable en cuanto a propuestas o la de Soraya a salir relativamente airosa de los ataques en cuanto a corrupción de los otros tres líderes políticos, lo que más me ha sorprendido de este debate ha sido la capacidad de tantos periodistas de asegurar quién es el que lo ha ganado. Yo me siento incapaz.
Probablemente, lo único que soy capaz de afirmar con total seguridad es que sí, y que pese a lo que pueda decir Pablo Casado, que aseguró que Rajoy fue el ganador del debate de El País en el que no estuvo, que Mariano Rajoy fue el gran perdedor de este debate por haberse quedado en el sillón de su casa. El hecho de que su sustituta, Soraya Sáenz de Santamaría no lo hiciese tan bien como podíamos esperar de ella, también contribuyó a dicha causa. También es cierto que Rajoy podría haber salido escaldado de este debate de haber ido, ya que no me lo imagino teniendo éxito ante las portadas de “El Mundo” que mostró Rivera en las que se acusaba al Presidente de corrupción.
Ante esta incapacidad mía de como digo, saber quién fue el ganador, anoche decidí quedarme un poco más para escuchar algo del post-debate, tanto en Antena 3 como en La Sexta, y me sorprendió ver como profesionales del periodismo tenían opiniones tan dispares. Por ejemplo, mientras que en Antena 3 un periodista (cuyo nombre desconozco) explicaba que Pedro Sánchez había sido el gran vencedor del debate tras haber demostrado que es el más presidenciable por su gran cantidad de propuestas creíbles (según este periodista fue el que más medidas propuso), otro periodista, esta vez de El Mundo, señalaba a Pedro como el gran perdedor. A continuación, cambié de canal y puse Al Rojo Vivo y, madre mía, parecía que Pablo Iglesias había sido el gran vencedor de la noche y, además, con rotundidad. Se llegó a asegurar que su intervención final en el “minuto decisivo” del debate iba a ser lo más recordado de la campaña como si el discurso de Iglesias estuviese a la altura de otros ampliamente recordados como los de Winston Churchill o los de Martin Luther King. En conclusión, los post-debates, todo lo contrario de ayudarme a saber quién había sido el ganador, me hicieron darme cuenta, una vez más, de la insistente falta de objetividad en los medios españoles. Tampoco lo reprocho, porque al final es lo que demanda la audiencia.
Disfruté del debate, sin duda, pero para nada fue decisivo. Ana Pastor y Vicente Vallés no consiguieron conocer algo más acerca de los pactos post-electorales, que era su gran misión. Tampoco me aclaré si, por ejemplo, el contrato único que propone Ciudadanos es una vuelta de tuerca más a la reforma laboral del PP como defiende el PSOE o si, en cambio, traerá de verdad contratos indefinidos de calidad de una vez a España.
Solo el próximo 20 de diciembre nos dirá si Rajoy pagará el no haber ido a este debate, si Pedro Sánchez recibirá la confianza para llevar a cabo las reformas que promete, si Pablo Iglesias llegará a más gente que a la que pareció resignarse con su alegato final, a una minoría guiada por el populismo, y si Albert Rivera tendrá que elegir entre el PSOE y el PP o si estos dos partidos tendrán que elegirle a él.
Pilar Gavín dice
Javier, acabo de leer tu última reseña y no puedo estar más de acuerdo contigo respecto a que después del debate todos parecen claros ganadores. Resulta sorprendente. Y al final,¿qué es ganar un debate como ese? Lo que al final va a contar es el voto en las urnas.