De pequeño me habían contado muchas historias sobre Faro, yo pensaba que eran inciertas pero cuando me informaron de que habíamos fracasado y que ahora nos dirigiríamos a Faro no pude controlar mis lagrimas ya que la persona que me narraba aquellas historias era mi madre.
Íbamos a esta pequeña isla debido a una rebelión fracasada en España, yo vivía en Valladolid en el centro de la rebelión, me alisté en el ejército rebelde pero nos vimos derrotados por el ejército español. Por nuestras acciones nos vimos obligados a huir de nuestra querida península. Los pocos rebeldes que sobrevivimos obedecimos las órdenes del General Pineda, nuestro dirigente.
– Podemos convertirnos en lobos de mar y navegar por las aguas del Mediterráneo hasta ser atrapados como ratas o dirigirnos a Faro, una ciudad en la que nadie nos tendrá que decir lo que hacer propuso Pineda.
Todos gritamos ¡Faro! Y bajo las órdenes de Pineda y del Capitán García partimos de Ibiza rumbo a aquella isla solitaria del mar Egeo entre Rodas y Creta. Éramos una flotilla de seis barcos; dos galeones, tres carabelas y una fragata en la que me encontraba yo. Mis compañeros de camarote eran cuatro hombres; Rubén, Francisco, Luis, Marco y yo Tristán. Vivíamos en apenas cinco metros cuadrados por lo que no teníamos mucho espacio. Llegó la noche y cuando ya todos estábamos dormidos el ruido de los cañones nos despertó. Llegó el momento de la verdad, rápidamente nos pusimos los zapatos, cogimos un trabuco y una navaja y al igual que todos los marineros salimos a enfrentarnos a dos grandes fragatas españolas y a sus marineros, armados hasta los dientes. Veía como la tripulación iba cayendo poco a poco como Luis que lo encontré con un cuchillo clavado en su corazón. Conseguimos hundir una fragata habiendo dejado la mitad de sus marineros en nuestro barco y causándonos terror. Aún recuerdo la primera persona que acuchille, era un chico joven, delgaducho y rubio q cuando le clavé la navaja lleno de odio derramó toda la sangre por la boca.
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